Hay un sauce que crece y se  tuerce sobre un arroyo, en el espejo de cuyas ondas muestra sus hojas  grises; hasta ahí llegó ella, adornada con fantásticas guirnaldas de  ranúnculos, ortigas, margaritas y esas largas púrpuras a las que los  pícaros pastores dan un nombre más grosero, pero nuestras castas  doncellas les dicen dedos de muerto. Ahí, al trepar ella sobre las ramas  salientes para colgar sus coronas de hierbas, una ramita frágil se  rompió; entonces sus trofeos silvestres y ella misma cayeron al arroyo  lacrimoso. Sus ropas se extendieron en torno a ella, y, como a una  sirena, la llevaron flotando; entretanto ella iba cantando fragmentos de  canciones antiguas, como si fuera incapaz de hacerse daño, o como una  criatura nacida y crecida en aquel elemento: pero no pasó mucho antes  que sus vestidos, pesados de tan embebidos en agua, arrastraran a la  pobre infeliz desde su melodioso yacer a la barrosa muerte. 
 (Hamlet, acto IV, escena 7. Trad.: B. V.)
Ofelia flota
 Ofelia flota en  el agua con todas sus flores, con todos sus tesoros, con todas sus  palabras a la vez: como ya no puede hablar, canta. Las palabras son  cosas en sus bolsillos. Comida robada en los bolsillos de la que, sin  boda ni banquete, flota. Dirá la reina que es el peso del agua lo que  habrá sumergido sus vestidos. Señalará, la reina, el lugar de su caída: a  la altura del sauce tuerto, resbalando en una ramita frágil, allí cayó,  con sus guirnaldas. Hablará la reina del inútil espejo de las aguas, de  cómo relumbró en ellas el envés color ceniza de las hojas del sauce.  Emblemas de muerte en el ojo del agua que canta y no oye, manía  lacrimosa en el ojo canoro del agua que no ve. Ofelia canta, como el  arroyo, con una voz que es muerte pesada. La reina vestirá su tumba  renga de flores dulcemente nupciales.
 Ofelia cae
 Ofelia cae tres  veces: de la rama del sauce al arroyo; de su flotar cantando corriente  abajo por el arroyo, hasta el fondo de las aguas; del fondo de las aguas  a su tumba; a su tumba suicida de rituales mancos y rengos donde al  fin, en la furia de su hermano, su amante asesino logrará verse  reflejado.

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