»Este príncipe se llamaba Girolamo (...) Un buen día, los ministros dijeron al príncipe: "Majestad, debéis casaros, porque así es como debe ser."
»Cuando el príncipe entró en el gran salón dorado del trono, para hacer su elección, el hada mala pronunció rápidamente un conjuro, de modo que Girolarno no vio a nadie más que a ella. Y además le pareció tan hermosa, que al momento le preguntó si quería ser su esposa.
»—Con mucho gusto —dijo el hada mala—, pero pongo una condición, (...) durante un año no podrás mirar el flotante espejo de plata. Si lo haces, olvidarás al instante todo lo que es tuyo. Olvidarás lo que eres en realidad y tendrás que ir al país de Hoy, donde nadie te conoce, y allí vivirás como un pobre diablo.
La princesa Momo salió en busca del príncipe, recorrió todos los países, hasta que llegó al país de Hoy (...) el espejo mágico con su imagen seguía flotando por el cielo.
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