La Barraca
"Desperezóse
la inmensa vega bajo el resplandor azulado del amanecer, ancha faja de
luz que asomaba por la parte del Mediterráneo. Los últimos ruiseñores,
cansados de animar con sus trinos aquella noche de otoño, que, por lo
tibio de su ambiente, parecía de primavera, lanzaban el gorjeo final
como si los hiriese la luz del alba con sus reflejos de acero. De las
techumbres de paja de las barracas salían las bandadas de gorriones como
un tropel de pilluelos perseguidos, y las copas de los arboles
empezaban a estremecerse bajo los primeros jugueteos de estos granujas
del espacio, que todo lo alborotaban con el roce de sus blusas de
plumas. Apagábanse lentamente los rumores que habían poblado la noche:
el borboteo de las acequias, el murmullo de los cañaverales, los
ladridos de los mastines vigilantes. Despertaba la huerta, y sus
bostezos eran cada vez más ruidosos. Rodaba el canto del gallo de
barraca en barraca. Los campanarios de los pueblecitos devolvían con
ruidoso badajeo el toque de misa primera que sonaba a lo lejos, en las
torres de Valencia, esfumadas por la distancia. De los corrales salía un
discordante concierto animal: relinchos de caballos, mugidos de vacas,
cloquear de gallinas, balidos de corderos, ronquidos de cerdos; un
despertar ruidoso de bestias que, al sentir la fresca caricia del alba
cargada de acre perfume de vegetación, deseaba correr por los campos."
Vicente Blasco Ibáñez (1898)
No hay comentarios:
Publicar un comentario